martes, 3 de julio de 2007

Tu moral y la otra

Creo que llegó el momento, Sobisch, de darte una pequeña lección de ética. Supongo que los curas que te enseñaron el arte tipográfico en La Piedad, de Bahía Blanca, habrán dejado caer esta palabra, ética, entre padrenuestros y avemarías. Pero también sospecho que si alguien te preguntara qué es la ética, comenzarías a balbucear, como lo hiciste en aquella conferencia de prensa de la que no te gusta acordarte. Y si alcanzaras a ensayar una repuesta, aunque sea muy intuitiva, seguramente no podrías explicar cuál es tu ética. Para no demorarme mucho en preámbulos te digo: aunque a veces se confunde la moral con la ética, una forma fácil de distinguirlas es la siguiente: la moral es un conjunto de principios, normas y prácticas (escritas o no) sobre dos cuestiones básicas: lo correcto y lo bueno. La ética, para decirlo sencillamente, es la reflexión sistemática sobre la moral. ¿Estamos? La cosa es mucho más compliqueti, pero por ahora nos alcanza con esto. Aunque no lo creas, vos también tenés una moral, aunque dudo que hayas reflexionado sobre ella; por eso, me animo a sostener no tenés una ética; o mejor dicho, la ética te es tan ajena como la política. Ya te demostré que tu política es un corso a contramano, una práctica superficial y amateur, y por ello peligrosa y criminal. Aun así, me dirás que vos sos solamente un político y que esto no tiene nada que ver con la moral. Te respondo; ésta es una de las más grandes tragedias de nuestros tiempos modernos: el haber separado la política de la moral. Fijate, si no, que Aristóteles (buscá en el diccionario para mayores datos) primero escribió la Ética y luego la Política. Y si esto te parece demasiado viejo, te cuento que otro de tus (ignorados) ídolos, Adam Smith (buscá por lo menos alguna referencia en El Rincón del Vago) primero escribió sobre los “sentimientos morales” y recién después sobre la riqueza de las naciones (economía política). El problema, que no es sólo tu problema, es que en un momento, allá en el siglo XVI (dieciséis) el astuto Maquiavelo separó la moral de la política e instaló aquello de que todo vale, de que el fin justifica los medios (hay quienes dicen que los autores de esta idea fueron, en realidad, los jesuitas). Y un tiempo después, vino otro chabón, un tal Kant, que se puso tan moralista que la política se esfumó, como vos te esfumaste de casa de gobierno. Y desde entonces, la cosa se puso fulera: algunos practicaron la política sin moral (como vos) y otros se aferraron a una moral sin política. Como te imaginarás, porque no es difícil hacerlo, ambos caminos condujeron (y conducen) al desastre. Muy pocos, realmente muy pocos, buscaron un equilibrio entre lo moral y lo político. Un ejemplo, excelente, de la búsqueda de este equilibrio ha sido el gremio de los docentes neuquinos. ATEN te ha dado sobradas lecciones de moral y de política, aunque no te hayas dado cuenta todavía. No importa; lo que importa es que muchos ya lo están viendo. ATEN tienen principios y tiene política; no hace política sin principios, ni deja que se salven los principios aunque se hunda el mundo (parafraseo aquí a un pensador mexicano que te recomiendo con entusiasmo: Adolfo Sánchez Vázquez). Pero hay más. Es preciso que comprendas que tu moral de patrón, de político de cafetín, es muy distinta de la otra moral, la moral de los trabajadores. No me voy a extender explicándote lo difícil que es, para los laburantes, zafar de la moral de los tuyos. Tu moral, la de los patrones, les viene impuesta desde todos lados; y ellos construyen su moral cuando luchan, cuando reflexionan sobre/en sus luchas. Lo cierto, e indiscutible, es que su moral es distinta, y también es superior. Para vos, todo vale; incluso matar. Para ellos, no vale todo; ellos no matan. Para vos, lo único que importa es el orden, la paz de los cementerios; para los trabajadores importan la libertad, la igualdad, la solidaridad, la lucha, la emancipación. La otra moral es compleja; la tuya es de un simplismo aterrador. Por eso te jactás de ser un hombre de acción, un tipo que toma decisiones; claro, es fácil, tus principios no te frenan. Vos no tenés ni sufrís contradicciones, estás quieto; los laburantes tienen, sufren y actúan con y desde sus contradicciones, se mueven. A ellos, como habrás visto, les lleva mucho tiempo buscar ese punto donde se puede hacer política sin sacrificar los principios. Vos no hacés política; hacés gerenciamiento; ellos no gerencian nada; hacen política. Es indispensable que comprendas esto: los trabajadores no tienen ni tus fines, ni tus principios, ni tus medios. Ojo, no me malinterpretes, no son pacifistas ingenuos (como no era un pacifista ingenuo Locke, ¿te acordás?). Pero ellos, por ejemplo, jamás torturarían; vos, en cambio, no tenés ningún problema en contar entre tus amigos a Bussi, a Patti, y otros torturadores. ¿Comprendés ahora por qué dicen y siguen diciendo que no negocian con asesinos? Y si decidieron llegar a un acuerdo con tu gobierno (que ya no es tu gobierno), entendelo bien, no están rifando los principios; sólo están haciendo política sin abjurar de los principios (que son muchos y complejos, te reitero). Los trabajadores reflexionan sobre su moral; construyen consciente y (por eso mismo) dolorosamente una ética; y actúan sobre esta reflexión: hacen política; dan lecciones de ética y de política. Vos decís que harás respetar la ley y la Constitución (a como dé lugar). ¡Muy bien, alumno Jorge!¡Ojalá cumplieras con todas las leyes y todos los mandatos constitucionales! Pero, ¿sabés qué?, cuando te escudás en la ley y la Constitución no hacés otra cosa que dejar de pensar por vos mismo; te convertís en un títere de las normas (la moral) de otros. Te lo digo técnicamente, y en otro momento te lo explico: abandonás tu autonomía, te eximís del penoso trabajo de actuar moralmente. La rebeldía de los laburantes, en cambio, significa algo muy distinto: piensan y actúan por sí mismos; construyen su propia moral; son grandes y construyen futuro; vos sos un chico que no tiene otra moral que la de sus padres (la ley); sos una vuelta al pasado; sos el pasado. Ellos, los laburantes, son los herederos de lo mejor de lo moderno; son el futuro. Vos sos un episodio de aldea polvorienta; ellos son universales. Algún día, la solidaridad de su huelga, de su acampe, de sus marchas; la democracia de sus asambleas y reuniones; la belleza de su arte; algún día, todo esto será un mundo, ya es un mundo. Ellos forjan lealtades en la lucha; vos comprás patotas; ellos deliberan a cara limpia, vos te escondés; ellos practican la democracia, vos cultivás el secreto; ellos cortan puentes, vos cortás vidas; sus artistas hacen arte, los tuyos arman guardias blancas. Ellos están amasando un mundo; y vos no podrás evitarlo. Vos sos evitable; ellos son inevitables. Como ves, alumno Jorge, la moral, la verdad moral, es una cuestión muy práctica. Te lo habrán dicho los curas: lo que vale son las obras (en eso tienen mucha razón). Compará nomás tus obras con las obras de ellos, y allí verás, claro como el agua, que su moral es otra, y es mejor que la tuya. Vos pensás que el futuro será igual al presente, que la historia se acabó, que está todo dicho y todo inventado (podrá haber más casinos, pero no se acabará la timba; podrá haber más bancos, pero siempre habrá banca; podrá haber más o menos pobres, pero siempre habrá pobres). Pensás, cándidamente, que vivís en el mejor de los mundos posibles. Para vos, lo que existe, existe porque es bueno; o dicho de otro modo (y disculpá el trabalenguas), lo bueno es lo que existe. Ellos, en cambio, no hacen futurismo, pero tienen una idea del futuro que desean y, te digo, es muy distinto a este presente que a vos tanto te gusta. Te critican y te repudian desde el presente, porque en su presente hay futuro; te critican y repudian desde el futuro que construyen desde y en el presente. Su moral los lleva (inexorablemente) a asaltar los cielos; la tuya se arrastra en la mugre y no puede siquiera imaginar un cielo.
Neuquén, 27 de abril de 2007.

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